Vladimiro Giacché (1)
Traduce konkreto para la asamblea local del Frente Cívico “Somos Mayoría” (FCSM) de Jaén.
La leyenda de una economía alemana-oriental en el desastre en 1989 -o
incluso, siempre desastrosa- se ha hecho ya sentido común, no sólo en
Alemania. Pero es falsa. Ni siquiera las dificultades económicas de la
República Democrática Alemana hacían de ella una “economía renqueante”
(“marode Wirtschaft”) y tampoco los resultados alcanzados en 40 años de
historia pueden ser considerados como insignificantes, teniendo en
cuenta las condiciones de partida y de contexto extremadamente
desfavorables.
La historia de la RDA comienza el 7 de octubre de 1949 con un país
casi destruido por la guerra. A diferencia de la Alemania del Oeste, no
tiene materias primas y además debe soportar casi por entero el peso de
las reparaciones de guerra decididas por los vencedores y debidas a la
Unión Soviética. Mientras que la RFA se liberó muy rápidamente de
cumplir con sus obligaciones, las reparaciones pagadas como adeudadas
por la RDA supusieron 99,1 mil millones de marcos alemanes (de 1953)
contra los 2,1 mil millones abonados por la RFA. Una relación de 98 a 2.
Calculada por habitante, la desproporción es aún mayor: 130 a 1. En
1989 el profesor Arno Peters calculó cuanto debería haber pagado la RFA a
la RDA para equilibrar las cuentas, computando los intereses: 727,1 mil
millones de marcos de 1989.
Este enorme peso agravó la escasez de capital de la RDA y condicionó
el futuro, ralentizando así la tasa de acumulación. Otro elemento
desfavorable para la RDA estuvo representado, hasta 1961, por la
emigración al Oeste de 2 millones de personas (cerca del 20% de toda la
fuerza de trabajo).
En conjunto fue también desfavorable la integración en el COMECON
(2), compuesto por economías (con la salvedad de Checoslovaquia y la
RDA) más atrasadas que las occidentales y, más importante, fuera del
mercado mundial. A la segregación del mercado mundial de la RDA
contribuyó mucho la RFA, con la denominada “doctrina Hallstein”, que
preveía la interrupción de las relaciones diplomáticas con los países
que reconocieran a la RDA. Por último, hasta el final estuvo en vigor el
embargo occidental a la alta tecnología, que obligó a la RDA a
construir por sí misma muchos productos que en teoría habrían costado
menos comprándolos. Los factores positivos de la integración de la RDA
en el COMECON, representados por el acceso al mercado soviético, que
permitía economías de escala ideales para la producción en serie de
maquinaria y la adquisición de petróleo durante años por debajo de los
precios internacionales, no eran suficientes para compensar los aspectos
negativos.
Las vicisitudes de la economía de la RDA
Inicialmente el sistema económico de la RDA fue rígidamente
centralizado, conforme al modelo soviético. Este sistema dio frutos
positivos en los primeros años de la reconstrucción, pero con el paso de
los años se adaptó cada vez menos a un país industrialmente avanzado
como la RDA. En particular, se planteó el problema de dejar más
autonomía a las empresas, también en el marco de la economía
planificada.
Nació así el más importante intento de reforma del sistema económico
de la RDA, que tuvo el decidido apoyo de Walter Ulbricht (3), secretario
del SED (4), y se llevó a cabo en los primeros años sesenta. El “Nuevo
sistema económico de planificación y dirección” preveía la introducción
de mecanismos de mercado y sistemas de incentivos materiales para
empresas y trabajadores: el objetivo era hacer coincidir el interés de
los actores económicos individuales con los del sistema.
La reforma produjo importantes resultados económicos: entre 1964 a
1970 la renta nacional creció una media del 5% anual y la tasa de
acumulación desde 1965 superó el 20%. Pero se encontró dos problemas. El
primero fue que el sistema debería de haberse basado en medidas
objetivas de fijación de precios (para poder determinar los valores, los
beneficios y las pérdidas); pero los precios se fijaban
administrativamente y no en base a la relación entre la demanda y la
oferta, por lo que no constituían un metro de medida fiable. El segundo y
más grave problema consistía en el riesgo que se corría admitiendo la
toma de decisiones independientes por las entidades económicas, que
limitaba la capacidad de la administración económica central y podía
vulnerar la arquitectura del sistema, incluso el papel dirigente del
partido en la actividad económica. Este fue el escollo en el que quebró
el intento de reforma y que acabó con el liderazgo de Ulbricht.
La política de Honecker representó un cambio de orientación respecto
de las reformas económicas. Esta política se basaba en tres principios.
El primero: la “unidad de la política económica y social”, que preveía
una correspondencia entre crecimiento económico (previsto en un 4%
anual) y el aumento de los ingresos. El segundo: resaltar el papel de la
clase obrera como “fuerza dirigente de la sociedad”, por el cual se
liquidaron las empresas privadas que aún existían. El tercero: un gran
plan de construcción de viviendas populares.
El segundo punto fue un grave error que privó a la RDA de cerca de
11.000 empresas vitales que desempeñaban un papel importante y que
dificultó las tareas de la planificación central. El primer y el tercer
punto representaban un ambicioso plan de distribución de la riqueza, que
se realizó parcialmente y que tuvo efectos nada despreciables en el
bienestar de la población. Pero el precio pagado fue muy elevado.
Se generaron tres fenómenos negativos.
En primer lugar, el consumo y las inversiones en la construcción se
hicieron a costa de las inversiones productivas en el sector
manufacturero. La cuota de acumulación de la renta nacional disminuyó
del 29% en 1970 al 21% en 1988 y la tasa de acumulación productiva del
16% al 9%. Esto se tradujo en un envejecimiento de la maquinaria y en
una insuficiente inversión en infraestructuras. Y como la tasa de
acumulación es esencial para el crecimiento futuro, se vieron afectadas
las tasas de crecimiento necesario para sostener la “unidad de la
política económica y la social”.
En segundo lugar creció de forma ininterrumpida el peso de los precios
subvencionados en el Presupuesto General del Estado (que se mantuvieron
fijos, también para muchos productos no esenciales, al nivel de 1944 y
en cualquier caso al de 1936), que alcanzó al 30% del mismo en 1988.
Estas subvenciones no se pudieron financiar ya con los beneficios de las
empresas estatales y obligaron al Estado a un creciente endeudamiento.
Creció así, en tercer lugar, la deuda en divisas, con un gasto cada
vez más oneroso en intereses, también a causa del drástico aumento de
las tasas de interés causado por la reducción monetaria impulsada por
Volcker (6) en los EE.UU a partir de 1979.
Los años 80 se caracterizan por el incumplimiento de los planes, un
creciente desgaste de las instalaciones y las insuficientes inversiones
en infraestructuras, en sanidad y en protección medioambiental. La
economía del RDA siguió creciendo, aunque a tasas inferiores. La renta
per cápita a finales de los años 80 era levemente inferior al de Gran
Bretaña y muy superior al de España. En cuanto al volumen de las
exportaciones (más de 90% en bienes industriales), la RDA estaba en el
16º puesto a nivel mundial y el 10º en Europa. De ellas conseguía más
del 50% de la propia renta nacional.
En los años 80 la producción industrial por habitante era superior a
la de todos los otros países del Este (casi el doble del de Hungría y
más del doble de la polaca). Las prestaciones y los servicios sociales,
por otro lado, eran mucho más amplios que en el Oeste. Los hogares
infantiles acogían a más de 9 niños en edad preescolar sobre 10. Había
pleno empleo, también femenino: trabajaba el 92% de las mujeres en edad
de hacerlo. La educación era gratuita y universal.
El 7 de octubre de 1989 la RDA era el país económicamente más
avanzado entre los países de Europa Oriental. Tenía una deuda externa de
20 mil millones de marcos, y no estaba realmente en “bancarrota” (“en
quiebra”), como por el contrario se sigue sosteniendo (20 mil millones
de marcos es una cifra ridícula si se compara con la deuda pública
actual de los países europeos, Alemania incluida).
900 mil millones de marcos volatilizados
Lo que ocurrió después de aquel 7 de octubre es conocido. La
destitución de Honecker, la apertura del Muro, las elecciones de marzo
de 1990 que dan una victoria abrumadora a la CDU del Este (7) y sus
aliados, la unión monetaria con el Oeste en julio de 1990 y la política
en octubre del mismo año.
Para comprender la trayectoria de la economía del Este de Alemania en
estos últimos 25 años hay que partir de la unión monetaria, que se
llevó a cabo no solamente sin periodo transitorio alguno, sino a una
tasa de conversión de 1 a 1 para los precios corrientes (mientras la
tasa de intercambio comercial entre las dos Alemanias era de 1 a 4,44).
El entonces presidente del Bundesbank, Karl Otto Pöhl, dijo años después
que de este modo la RDA fue sometida a “una cura de caballo que ninguna
economía habría estado en condiciones de soportar”. En efecto, las
empresas de la RDA perdieron con la unión monetaria, de un solo golpe,
el mercado de la RFA y de los países occidentales (a los cuales no les
convenía los precios hasta ese momento vigentes), los mercados del Este,
respecto a los cuales las transacciones se hacían entonces mediante una
moneda fuerte (y, por tanto, también en este caso, con un incremento
sustancial de precios) y gran parte del mercado interno, que es
literalmente invadido por los productos más adecuados de la Alemania del
Oeste.
Pero no basta. En julio de 1990 las fábricas y las empresas de la RDA
son transferidas a la Treuhandanstalt. La privatización es considerada
una prioridad absoluta, también con relación al saneamiento. Se cierran
muchas empresas y el 87% de las privatizadas acaban en manos de empresas
alemanas-occidentales. En la mejor de las situaciones, las empresas del
Este acabaron como filiales de las del Oeste.
En la peor, fueron adquiridas y cerradas para eliminar competidores y
para especular sobre los terrenos y los inmuebles más adecuados. El
resultado fue una destrucción de riqueza social de proporciones enormes.
Si el 19 de octubre de 1990 el entonces presidente de la Treuhand,
Rohwedder, pudo cuantificar en 600 mil millones de marcos el valor de
“toda la ensalada” a privatizar, cuando a fines de 1994 la Treuhand
cierra sus puertas en vez de aquella cifra había aparecido un agujero de
256 mil millones: se destruyó un valor de cerca de 900 mil millones de
marcos.
Aún mayores fueron los costes sociales. Según estimaciones públicas,
entre finales de 1989 y los inicios de 1990 las empresas que después
pasaron a ser controladas por la Treuhand empleaban a 4 millones y 100
mil trabajadores. A finales de 1994 quedaban apenas 104.000. La Treuhand
contaba como un gran éxito el millón y medio de puestos de trabajo
prometidos por los adquirentes de las empresas privatizadas. Aún dando
por bueno este dato, en 4 años de actividad de la Treunhand destruyeron 2
millones y medio de puestos de trabajo.
Otros daños posteriores sufrieron las empresas del Este derivados de
la decisión de considerar como verdaderos y propios créditos los giros
bancarios entre el Estado, la banca pública y las empresas estatales de
la RDA: las denominadas “antiguas deudas” (“Altschulden”) constituyeron
posteriormente una pesada carga para las empresas afectadas y un
fantástico regalo a los bancos del Oeste que habían adquirido los bancos
del Este a un precio risible (824 millones de marcos en total). Las
“antiguas deudas” no estaban referidas solamente a las empresas
industriales. Hay que recordar también los créditos a la construcción,
superiores a los 20 mil millones de marcos y los concedidos a las
cooperativas agrícolas, de cerca de 8 mil millones de marcos. Es digno
de señalar que, no obstante la descapitalización de partida y las cargas
posteriores, muchas cooperativas consiguieron sobrevivir y hoy
evidencian resultados económicos mejores que la media de las empresas
agrícolas del Oeste.
Una ulterior decisión preñada de consecuencias negativas estuvo
referida al “principio de restitución” (“Rückgabe vor Entschädigung”),
en base al cual todos los propietarios (de tierras, casas o empresas)
expropiados por el Estado durante los 40 años de existencia de la RDA
tendrían derecho a ser restituidos por el bien nacionalizado. Hubo 2,17
millones de casos de restitución. La proporción de una medida con
consecuencias tan graves que queda como un caso único en la historia
contemporánea es muy simple: la cancelación de 40 años de historia.
Comenzando, obviamente, con las relaciones de propiedad.
Colapso económico y estancamiento
El impacto de la unificación económica en la Alemania del Este se
puede resumir en pocas cifras. En dos años, de 1989 a 1991, el PIB es de
un -44%, la producción industrial añadida -65%; el desempleo oficial
(registrado en las oficinas de empleo) es de 830.000; pero, sobre todo,
el número de los empleados baja en más de 2 millones de unidades
(2.095.000), de los 8,9 millones de 1989 a los 6,8 millones de 1991.
La caída del PIB entre 1990 y 1991, en particular, es impresionante.
Ningún país del Este lo empeoró. Si ampliamos la comparación a los años
posteriores, el resultado no cambia. El crecimiento medio anual de la
ex-RDA desde 1990 a 2004 fue inferior al menos en un punto porcentual.
En los otros países ex-socialistas fue muy superior. Lo mismo vale para
el periodo sucesivo, con la única excepción de Hungria.
Muy elocuente es la comparación entre el PIB per cápita de la
ex-Alemania del Este y el del Oeste. Si en 1989 el PIB por habitante de
la RDA era del 55% de la RFA, en 1991 cae al 33%; en los años
posteriores las distancias se acortan y se llega al 60% en 1995; desde
entonces, sin embargo, el diferencial no se reduce sensiblemente: aún en
2009, a 20 años de la unificación, el PIB per cápita del Este no
superaba las dos terceras partes del de la RFA. Si se consideran las
cosas desde el punto de vista de la aportación de la Alemania del Este
al PIB alemán del conjunto, es aún hoy inferior al de 1989 y está
cayendo: si entonces era equivalente al 11,6%, en 2007, 18 años después,
era del 11,5%; y en 2011 fue del 11%.
Entre los cambios más espectaculares ocurridos en la economía de la
Alemania del Este después de la unión monetaria, una posición destacada
la ocupa, por la amplitud y la rapidez del proceso, la dinámica de las
exportaciones. Estas se redujeron en solo dos años en un 56%: de los
41,1 mil millones de marcos (oeste) de 1989 a apenas 17,9 mil millones
en 1991. También bajaron a la mitad las exportaciones hacia los países
de Europa centro-oriental, que junto a Rusia representaban los dos
tercios de las exportaciones de la RDA: en este caso se pasa de los 28,9
mil millones de 1989 a los 11,9 de 1991. Pero en 1994 descenderán
además al 16% del nivel de 1989. La caída es de tal calibre que
repercute en el valor global de las exportaciones alemanas a los países
del Este. Solamente en 1995 la exportación alemana hacia Europa del este
vuelve prácticamente al nivel de 1989: 61 mil millones contra los 61,4
mil millones de 1989. Pero mientras tanto las exportaciones de la RDA
caen a apenas a 5 mil millones, o sea al 17% del valor inicial, y la
cuota la conquistó el Oeste, que en el mismo periodo pasa de 31,8 mil
millones de exportaciones a 56 mil millones (+176%).
El proceso de desindustrialización fue también extremadamente rápido.
A finales de 1991 la producción industrial era ya un tercio de la
precedente al “cambio” del 89.
Desde finales de 1989 a la primavera de 1992 fueron destruidos 3,7
millones de puestos de trabajo fijos. Y entre 1992 y 2009 se perdió otro
millón y medio de puestos de trabajo fijos, el 27% del total. Una parte
de ellos se convirtió en puestos de trabajo a tiempo parcial y mal
pagados. Otra parte fue a engrosar las colas del paro. Hoy, en la ex-
Alemania del Este vive una sexta parte de la población de Alemania, pero
la mitad de los parados. En las familias del Este hay un porcentaje de
desempleados doble respecto al Oeste. Y según un estudio de la
Consultora PricewaterhouseCoopers hecho público el 27 de agosto de este
año por la “Thüringer Allgemeine” el número de empleados en el Este
disminuirá otro 10% hasta 2030.
Respecto a la emigración, los flujos de población de salida entre
1989 y 2006 llegaron a 4,1 millones de personas, el doble de aquellos
que emigraron en los 10 años antes de la construcción del Muro en 1961.
El saldo total (teniendo en cuenta también las personas que se
trasladaron del Oeste al Este) resulta inferior pero es impresionante: 1
millón y 740 mil personas. Se trata del 10,5% de la población de
partida. El ritmo no se ha invertido en los años sucesivos.
La tasa de natalidad negativa, junto a la emigración, ha contribuido a
determinar un descenso de la población que en el corazón de Europa no
se conocía desde los tiempos de la Guerra de los Treinta años: lo
denunció ya en 2003 el entonces ministro de cultura de Brandenburgo,
Steffen Reiche, del SPD.
Pero hay otro fenómeno que salta a la vista inmediatamente a quien
visite los territorios que fueron la Alemania del Este: la despoblación
de las ciudades y de gran parte de los que fueron centros industriales.
Esto provoca, como consecuencia, una gran cantidad de inmuebles vacíos,
estimados en 2003 por Manfred Stolpe -con anterioridad ministro de
Transportes y de Vivienda- en 1,3 millones. ¿La solución? Echar abajo
los edificios que sobran. En Alemania han acuñado un término para esto:
“Rückbau” (“deconstruir”). De este modo la “reconstrucción del Este”
(“Aufbau Ost”), pasando por la destrucción (“Abbau”) de las industrias
del Este, se convierte en “deconstrucción” (“Rückbau”) del Este.
¿Y las famosas transferencias al Este de Alemania de las que tanto se
habla? A cerca de ello el publicista francés Guillaume Duval ha
observado: “las transferencias públicas hacia el Este de las que los
alemanes del Oeste se quejan” en realidad fueron “en gran medida
reciclados al Oeste en la forma de adquisición de bienes y servicios”.
La Alemania del Este se ha convertido en una economía asistida, cuyos
consumos -pagados con las transferencias del gobierno federal-
enriquecen a las empresas del Oeste
.
Los trucos para esconder el desastre
En el año 2000 Hans-Werner Sinn declaraba que “la unificación desde
el punto de vista económico ha fracasado”. Quien quiera demostrar hoy lo
contrario está obligado a recurrir a los trucos estadísticos. Como el
de utilizar el año 1991, el punto más bajo de la economía de la Alemania
del Este, como el año de referencia para el cálculo de los diversos
indicadores económicos: de este modo -observa- “todo nivel que se
encuentra por debajo de la situación de la RDA en 1989 parece una
mejora”. (U. Busch). Aún más, el 30 de septiembre el economista-jefe del
KfW, Jörg Zeuner, ha usado este truco para argumentar su surrealista
afirmación de que “hoy podemos hablar del segundo milagro económico
alemán”.
Pero cuando se juega con los números y con las palabras es difícil
esconder una realidad de sustancial estancamiento y el fracaso en
alcanzar los estándares económicos del Oeste. Algunos economistas
estiman que el proceso de convergencia durará al menos otros 30 años,
otro 100. Mientras tanto, los objetivos fijados por el gobierno son cada
vez más modestos: la adecuación de las condiciones de vida a conseguir
no se refiere ya a la media de los Länder del Oeste, sino a aquellos más
retrasados (“struckturschwach”); y en el cómputo de los Länder del Este
se incluye a toda la ciudad de Berlin para alcanzar la media.
La verdad la ha dicho Joachim Ragnitz, del Ifo-Institut de Dresde, el
4 de mayo pasado, en un lugar no sospechoso como el diario “Welt am
Sontang”: “El Este no conseguirá alcanzar en un tiempo previsible al
Oeste”. En alemán la frase “faltar el enganche” es “den Anschluss nicht
schaffen” (no lograr la conexión, ntd). Pero “Anschluss” es también el
término que indica la “anexión”. El fracasado “Anschluss” económico es
el precio pagado por los ciudadanos del Este por el rápido “Anschluss”
político de la RDA a la RFA.
Notas del traductor
(1) Vladimiro Giacché, economista y filósofo italiano, de orientación
comunista que nació La Spezia en 1963. Estudió en la Universidad de
Pisa y de Bochum (Alemania) y fue alumno de la Escuela Normal de Pisa,
donde se licenció en Filosofía. Es autor de diversos libros y numerosos
ensayos de carácter filosófico y económico. En 2010 se publicó “K. Marx,
El capitalismo y la crisis. Textos seleccionados.”. En 2011 se publicó
“La fábrica de la falsedad. Estrategias de la mentira en la política
contemporánea”. En 2012 aparece •Titanic Europa. La crisis que no nos
han contado”, también editada en lengua alemana. En 2013 se edita
“Anschluss. La anexión. La unificación de Alemania y el futuro de
Europa”, reeditado en 2014. El artículo que el FCSM de Jaén traduce y
pone a disposición de los lectores es un útil resumen del mismo. Sus
artículos aparecen en “Il Fatto Quotidiano”, “Linus” y “Micromega”. En
italiano se puede escuchar una entrevista reciente a Vladimiro Giacché
con motivo de la conmemoración del 25º aniversario de la caída del Muro
de Berlin en : http://www.marx21.it/storia-teoria-e-scienza/storia/24734-la-caduta-del-muro-di-berlino-intervista-a-vladimiro-giacche–mizar-09-11-2014.html#
Vladimiro Giacché es miembro de la Asociación para la reconstrucción
del Partido Comunista en el marco amplio de la izquierda de clase y
Presidente del Centro Europa de Investigación.
(2) COMECON (en español CAME, Consejo de Ayuda Mutua Económica) fue
una organización de cooperación económica formada en torno a la URSS por
diversos países socialistas cuyos objetivos eran el fomento de las
relaciones comerciales entre los estados miembros, en un intento de
contrarrestar a los organismos económicos internacionales de economía
capitalista, así como presentar una alternativa al denominado Plan
Marshall desarrollado por los EE.UU
para la reorganización de la economía europea tras la IIª Guerra
Mundial y equivalente también a la Comunidad Económica Europea (CEE),
aunque en un ámbito geográfico mayor.
(3) Walter Ernst Paul Ulbricht (Leipzig, 30 de junio de 1893 –
Brandeburgo, 1 de agosto de de 1973) fue un destacado dirigente
comunista durante la República de Weimar. En 1933 huyó del país y se
refugió en la URSS, pasando a trabajar en el aparato de la Internacional
Comunista. Entre 1950 y 1971 se convirtió en el principal dirigente del
SED. A partir de 1960 fue elegido Jefe de Estado de la RDA hasta su
muerte en 1973. La denominada ‘doctrina Ulbricht’ establecía que las
relaciones diplomáticas normales entre la RDA y la RFA solo se darían si
ambos estados reconocían la soberanía mutua.
(4) El SED (Sozialistische Einheitspartei Deutschlands, Partido
Socialista Unificado de Alemania) fue el principal partido de la RDA,
desde la fundación del estado el 7 de octubre de 1949 hasta las
elecciones en la RDA del 18 de marzo de 1990. El SED fue fundado en
abril de 1946 mediante la unificación del Partido Comunista de Alemania
(KPD) y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en la zona ocupada
por los soviéticos tras la guerra.
(5) Erich Honecker (Neunkirchen, 25 de agosto de 1912 – Santiago de
Chile, 29 de mayo de 1994) fue un dirigente importante de la RDA.
Durante el nazismo estuvo encarcelado por las autoridades debido a su
militancia comunista, siendo liberado en 1945 tras el final de la
Segunda Guerra Mundial. En 1971 se convirtió en Secretario General del
SED y entre 1976 y 1981 alcanzó la Jefatura del Estado de la RDA. Tras
la caída del muro de Berlín fue encarcelado por un corto período antes
de exiliarse en Chile, donde murió en 1994.
(6) Paul Adolph Volcker, economista estadounidense que entre 1969 y
1974 fue subsecretario del Ministerio del Tesoro para los asuntos
monetarios internacionales, influyendo en la decisión de los EE.UU
de suspender la convertibilidad en oro del dólar en 1971, con Nixon,
que supuso la caída del sistema de Bretton Woods. Después fue Presidente
de la Reserva Federal con las presidencias de Jimmy Carter y Ronald
Reagan (desde agosto de 1979 a agosto de 1987). Destacó en la lucha
contra el estancamiento y la inflación de la economía norteamericana en
los años 70 : del 13.5% en 1981 al 3.2% en 1983. Llegó a desempeñar la
presidencia del grupo norteamericano de la Comisión Trilateral entre
1991 y 2001.
(7) La Unión Demócrata Cristiana de Alemania
(Christlich-Demokratische Union Deutschlands, abreviado CDU) es un
partido político alemán de orientación de derecha cristiano-social,
fundado en 1945, después de la Segunda Guerra Mundial. Después de la
partición de Alemania, en la parte oriental siguió existiendo la CDU de
la RDA, integrada en el Frente Nacional de Alemania Democrática
hegemonizado por el SED. Con la caída del Muro de Berlín, la CDU de la
RDA se volvió a integrar en la CDU occidental. La CDU se presenta en
todos los estados federados de Alemania a excepción de Baviera, donde
existe la CSU (Unión Social Cristiana), un partido independiente de
tendencia similar, aunque con un matiz regionalista. En el Parlamento
alemán, la CDU y la CSU forman un grupo parlamentario conjunto.
(8) La Treuhandanstalt (del alemán Agencia fiduciaria,
abreviado usualmente como Treuhand o por sus iniciales THA) fue una
institución fundada por mandato de la Volkskammer el 17 de junio de 1990
con el propósito de administrar y privatizar las empresas de propiedad
popular de la RDA para la transición hacia una economía de mercado.
Extraido de: https://frentecivicojaen.wordpress.com/2014/11/17/la-revancha-del-capital-40-anos-de-la-rda-25-anos-despues/