Extraido del periodico argentino La nación
La noche del 9 de noviembre de 1989, una imagen conmovió al mundo: la caída del Muro de Berlín ( Berliner Mauer ). Miles de ciudadanos de la ex República Democrática Alemana (RDA) se treparon al Berliner Mauer , o lo que quedaba de sus casi 50 km de extensión (a lo largo de las dos Alemanias tuvo cerca de 120 km), y rompieron con sus manos los últimos vestigios de uno de los símbolos más ominosos de la Guerra Fría. La prensa occidental lo llamaba el "muro de la vergüenza". La ex RDA, el "muro de protección antifascista". Dentro de ese país que ya no existe, cuya ideología se derrumbó frente a la Puerta de Brandenburgo y cuya cultura está hoy en debate, despierta interés en el mundo saber cómo era aquella sociedad detrás de la muralla de Berlín. ¿Qué soñaba? ¿Cómo era su vida cotidiana? ¿Cómo se las ingeniaba para sortear la opresión de un régimen que controlaba cada centímetro de su intimidad?
La noche del 9 de noviembre de 1989, una imagen conmovió al mundo: la caída del Muro de Berlín ( Berliner Mauer ). Miles de ciudadanos de la ex República Democrática Alemana (RDA) se treparon al Berliner Mauer , o lo que quedaba de sus casi 50 km de extensión (a lo largo de las dos Alemanias tuvo cerca de 120 km), y rompieron con sus manos los últimos vestigios de uno de los símbolos más ominosos de la Guerra Fría. La prensa occidental lo llamaba el "muro de la vergüenza". La ex RDA, el "muro de protección antifascista". Dentro de ese país que ya no existe, cuya ideología se derrumbó frente a la Puerta de Brandenburgo y cuya cultura está hoy en debate, despierta interés en el mundo saber cómo era aquella sociedad detrás de la muralla de Berlín. ¿Qué soñaba? ¿Cómo era su vida cotidiana? ¿Cómo se las ingeniaba para sortear la opresión de un régimen que controlaba cada centímetro de su intimidad?
En la posguerra, durante los años 50, y más tarde en la Guerra Fría, que
condicionó la vida a lo largo y ancho de la Tierra, el Muro de Berlín
fue un símbolo elocuente de la existencia de dos mundos en un mismo
planeta.
El cine puede ser un arte extraordinario en democracia o un arma eficaz en dictadura.
La Deutsche Film AG (DEFA) fue la productora de cine de la ex RDA
durante 46 años. Fundada en mayo de 1946, su misión fue "representar la
historia y el presente según la ideología del Partido Socialista
Unificado de Alemania (SED). El mensaje que tenía que transmitirse era
de optimismo sobre la vida en la RDA. El control y la inmensa cantidad
de filtros que atravesaba la producción cinematográfica convertía al
cine en la mano que moldeaba la arcilla del pensamiento.
Al ritmo de las oleadas internas en el SED, la DEFA también atravesó
diversas etapas. Fue de la coerción política, la censura estricta y las
prohibiciones a un período de libertades artísticas que luego fueron
conculcadas. De modo que el universo cinematográfico que exhibe hoy su
enorme legado documental es amplísimo y contradictorio. Filmes de pura
propaganda política conviven con material experimental y obras de arte
ambiciosas. Todo ese acervo es parte de lo mejor de la historia del cine
alemán.
El crítico e historiador alemán Ralf Schenk, actual miembro del Comité
de Preselección de la Berlinale, uno de los más prestigiosos festivales
internacionales de cine, estuvo en la Argentina para la presentación del
ciclo retrospectivo sobre el cine de la RDA y habló con LA NACION sobre
la vida en aquel país que hoy parece otra galaxia, y de la importancia
que la DEFA tuvo en la construcción de la cultura de aquel país que ya
no se ubica ni geográfica ni políticamente en ninguna parte.
La muestra cinematográfica que llegó a Buenos Aires fue concebida por el
realizador Frank Beyer. Schenk recuerda su historia: "Luego de filmar Huellas de piedra
, Beyer fue censurado y destituido de la DEFA. En su despido arrastró
también a los ministros de Cultura y de Cine. Pero no quedó sin trabajo,
porque la DEFA tenía a los directores, los productores y los guionistas
a sueldo. Eran empleados estatales. Fue a mediados de los años 60,
cuando terminó una época de libertades artísticas y comenzó una censura
muy rígida. A Beyer se le prohibió filmar películas por varios años y
fue director del Teatro de Dresde. Volvió recién en 1975 con Jacob el mentiroso , que fue nominada al Oscar".
Patrimonio cultural
Cuando se vendieron sus estudios en Babelsberg, la DEFA fue disuelta.
Dejó un legado de más de 7500 películas, entre ellas 5800 documentales,
950 largometrajes, 820 películas de animación y 4000 extranjeras
dobladas al alemán, que testimonian ese universo desvanecido. Es un
acervo extraordinario para investigar, aprender y conocer la sociedad
que se deshizo con la caída del Muro de Berlín. Hoy, la Fundación DEFA
tiene la responsabilidad de preservar ese material, restaurarlo y
difundirlo, para fomentar nuevos proyectos. Así lo cuenta Schenk a LA
NACION. Pero quizá lo que hace más rico el legado de la DEFA sean sus
contradicciones, que fueron sin duda las del socialismo que la sostuvo.
Su producción es una representación genuina de la compleja sociedad de
la Alemania oriental.
Dice Schenk que "el arte verdadero en la RDA nunca fue totalmente
propagandístico, sino que trató de mantener la crítica. Lo que ocurrió
fue que el régimen se sostuvo sobre un pilar que sí apoyaron muchos
artistas y que fue el combate contra el fascismo".
-¿La DEFA fue un mundo paralelo al mundo real?
-No fue un mundo paralelo, porque estaba integrada a la política de la
RDA. Dentro de la producción cinematográfica de la DEFA existían sí dos
mundos paralelos. Había una serie de películas que acompañaban la
política del Estado, que era más propagandística, y otras que trataban
de ser "subversivas" al régimen oficial, tanto en los contenidos como en
la narración. La DEFA era estatal y atravesaba los mecanismos de
censura del Estado. Había directores que intentaban hacer algo paralelo,
por eso en algunas películas se observa cada tanto cierta crítica que,
de todos modos, nunca fue tan profunda como para provocar el
derrocamiento del régimen. Ninguna película ponía en cuestionamiento el
socialismo como sistema político en la RDA. Pero sí podía hacer
preguntas sobre la evolución de ese socialismo.
-¿Cómo se las ingeniaban entonces?
-El eje en primer lugar era el Partido. Pero los diferentes artistas
podían ceñirse en forma estricta o intentar separarse, con los riesgos
que eso entrañaba. Y eso no tenía sólo que ver con el coraje o el
talento de los directores, sino con las diferentes etapas que atravesó
la DEFA. En los años 50, con Stalin, nadie hace una película crítica.
Pero en los primeros años de la construcción del Muro de Berlín, al
comienzo de los años 60, sí había libertad artística. Cuando en agosto
de 1961 se construyó el Muro, muchos artistas entendieron que se trataba
de una división bien clara del Oeste y pensaron que eso les permitiría
hablar en forma más abierta entre ellos. Fue una etapa de esperanza e
ilusión que se mantuvo virulenta por un par de años. Y esa virulencia
marcó el trabajo de los artistas y los cineastas. Pero a mediados de los
60 se detuvo.
-¿Con qué recursos se ejercía la crítica?
-Antes de la caída del Muro ya se ejercía una critica metafórica. Por
ejemplo, a través de películas de tinte histórico y tratando de ejercer
la crítica en forma subyacente, para hablar de la dignidad humana y la
libertad. Después de la caída del Muro, ese recurso metafórico se
desvanece y la crítica comienza a ejercerse libremente. Por ejemplo, en
la RDA no se podía contar sobre la Stasi [el temible servicio secreto
que controlaba la vida de sus habitantes]. Era un tema tabú. Pero si se
hablaba de la intromisión del Estado en la vida privada de la gente, eso
se hacía en películas históricas. Hubo una sobre Beethoven, en la que
el creador era espiado por el servicio secreto austríaco de su época.
Era inviable hacerlo de otro modo. Cuando se examina, con el tiempo, la
producción cinematográfica de la DEFA, se advierte que debió contribuir
mucho más de lo que hizo al sostenimiento del SED. A lo largo de sus 46
años de existencia, los más dogmáticos insistieron mucho sobre que el
cine tenía que ser más propagandístico en la RDA.
-Las películas Good bye Lenin y La vida de los otros , ¿son pinturas verosímiles de lo que era la vida en la RDA?
-Ninguna de las dos fue hecha por directores y productores que vivieron en la RDA. Yo miro con reparos y de manera crítica La vida de los otros
. Esa actitud en un miembro de la Stasi jamás hubiera sido posible.
Nadie se explica por qué razón se hace bueno. Lo peor de la película es
que falsifica por completo la escena política de Berlín en los años 80,
porque ya en esa época los artistas con cierto reconocimiento público
podían llegar a interpelar al régimen. No tenían que esconder la máquina
de escribir bajo el piso y podían expresarse. A lo mejor la escena
hubiera sido creíble en los años 50. Por eso los intelectuales de la ex
RDA recibieron tan mal esa película. En cambio, Good bye Lenin
funciona mejor como tragicomedia, porque describe con bastante
fiabilidad los sentimientos de la gente en esa transición que tuvo lugar
cuando el Muro empezó a caer.
-¿Cómo aprende un hombre común a vivir sin país y sin cultura, cuando éstos se desvanecen?
-Por un lado, existía la cultura de la RDA, con su teatro, su cine, su
escasez de bienes y su poder adquisitivo limitado. Pero, por otro lado,
los ciudadanos de la RDA estaban perfectamente informados de lo que
pasaba en el Oeste, por la televisión. Un obrero llegaba a su casa y
veía la TV del Oeste. Muchos tenían parientes al otro lado del Muro.
Desde los años 80 yo podía visitar a mi abuela en Berlín occidental una
vez por año. Creo que fue el deseo de libertad, la fuerza de ese anhelo,
lo que apuró la caída del Muro. Con el correr del tiempo, nos dimos
cuenta de que el Oeste no era ese mundo idílico que nos mostraba la
televisión. Fue muy naif creer que aquello era la realidad. En la medida
en que la gente fue tomando más conciencia de que la vida en el Oeste
no era color de rosa, recuperó la necesidad de preservar el legado de la
cultura del Este, porque entendió que valía la pena rescatarla. Los más
implicados en esta labor son los que hoy tienen 40 años o poco más. La
mayoría de los espectadores alemanes no conocen las películas de la DEFA
y cuando voy a las universidades me sorprendo por el desconocimiento de
los estudiantes. Sin embargo, algunas películas de la DEFA que se pasan
en la TV tienen más audiencia de la que tuvieron cuando se proyectaron
la primera vez. Al revés de lo que ocurría cuando vivían en el Este, hoy
la mayoría que vive en el Oeste conserva en su casa un pedacito de la
RDA. Ese es también el origen de muchos roces que existen entre
habitantes del Oeste y del Este. Porque nadie que no haya vivido en la
RDA puede entender ese apego y esa nostalgia por una cultura que se
deshizo.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1131305-el-legado-cultural-de-la-ex-rda
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