El pensamiento único actualmente vigente presenta a la República Democrática Alemana (RDA) como una «dictadura socialista». No falta, sin embargo, quien 20 años después reivindica el «primer estado antifascista alemán» y sus logros, especialmente en materia social.
Ingo NIEBEL
Desde que entró en política en 1989, la ex ciudadana de la RDA Angela Merkel ha ido olvidando su pasado en el Estado socialista alemán. Hoy en día, la actual canciller habla de la «dictadura» en la que vivió durante 35 años como si hubiera sido una prisionera del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) y su carcelero el Ministerio de Seguridad del Estado (MfS), popularmente conocido como la Stasi. Aún así, Merkel no explica cómo logró estudiar, doctorarse en Física y encontrar un puesto de trabajo en la prestigiosa Academia de las Ciencias de la RDA. Durante todos aquellos años, la hija de un cura protestante no militaba, como su padre, en ningún partido político, ni siquiera a la Unión Demócrata Cristiana del Este (CDU-Ost). Sí militó en la Juventud Libre Alemana (FDJ), pero «sólo haciendo trabajo cultural», relativiza Merkel sus actividades en el secretariado de la única organización juvenil socialista. Parece que se comportó bien en lo que ahora define como «un sistema de mentiras» porque en 1986 se le permitió viajar por unos días a la RFA. Este privilegio lo recibían sólo aquellos ciudadanos de la RDA cuya lealtad hacia el Estado socialista estaba fuera de duda.
Estos detalles contradictorios de la biografía de Merkel se diluyen en su discurso. Una retórica respaldada por películas como «La vida de los otros», sobre la persecución de los denominados «disidentes» en la RDA por la Stasi. Es uno más de la larga lista de films que han plasmado en celuloide la imagen del «Estado de injusticia» que comparte el 78% de la alemanes de la RFA con respecto a su desaparecido estado vecino.
El pensamiento único permite sólo una interpretación: la RDA era una «dictadura socialista» que retenía a sus habitantes detrás del «Muro de la vergüenza» con la Stasi como el omnipresente guardián del «régimen estalinista» del SED. En 1989 las masas se lanzaron a las calles dando lugar a la «revolución pacífica» que acabó primero con el Muro y después con la República socialista.
En estas pocas palabras se puede resumir el discurso oficial sobre la RDA y sobre fenómenos políticos recientes como Die Linke (La Izquierda), sucesor del SED. Merkel mantiene que hay que seguir midiendo a Die Linke por «su postura respecto al pasado de la RDA». Pero su crítica se dirige hacia el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) cuyo presidente, Franz Müntefering, y otros dirigentes insisten en que no se debería enfrentar eternamente a Die Linke con su pasado germanooriental.
De hecho la posición de cada partido hacia la RDA sigue siendo un tema que determina la política. En Turingia Los Verdes dieron por terminadas las negociaciones con el SPD y Die Linke con la excusa de que la representante socialista había colaborado con el MfS. El mismo argumento esgrimió el diario conservador «Die Welt» para denunciar el bipartito entre el SPD y Die Linke en Brandemburgo. Recordó que este estado federal, gobernado por el socialdemócrata Matthias Platzeck, es el único land de los cinco del Este que no ha declarado como «no elegibles» a aquellos candidatos que fueron miembros o informadores del MfS. Mientras en el Este alemán se controla si un funcionario o futuro parlamentario colaboró con el MfS, en el oeste alemán no se investiga si un ciudadano de la RFA que trabaja para el servicio secreto exterior (BND) o interior (BfV).
La eterna prueba del algodón
Ante los ataques de la derecha, el SPD y Die Linke de Brandemburgo han determinado en el preámbulo de su pacto de Gobierno que «no habrá ningún enaltecimiento de la dictadura del SED». Pero no es suficiente. La organización juvenil de la CDU ha arremetido contra el futuro ministro regional de Justicia, Volkmar Schöneburg. En el macrojuicio contra los guardias de frontera que dispararon sobre personas que querían dejar ilegalmente la RDA, el letrado y juez constitucional se había negado a calificar a la República oriental como un «estado de injusticia», porque lo consideró «un vocablo moral, no científico».
La postura mantenida por Die Linke en Brandemburgo no extraña porque es una línea que sigue desde que en 1989 abandonó el nombre de SED por el del Partido del Socialismo Democrático (PDS). Entonces declaró su «ruptura irrevocable con el estalinismo como sistema». En 2001, con motivo del 40 aniversario de la construcción del Muro, la Ejecutiva nacional del PDS repitió que su partido se había «liberado irrevocablemente del estalinismo del SED». Además afirmó que «la construcción del Muro era la prueba, en cemento, de la inferioridad del estalinísticamente formado modelo de socialismo en la RDA frente al entonces real modelo de capitalismo de la República Federal».
Las futuras elecciones en el Este alemán demostrarán si la base social de Die Linke acepta estas interpretaciones cuando, según las últimas encuestas, el 48% de los ciudadanos de la RDA opinan que en su estado había más cosas positivas que negativas. Pero lo que impera es la imagen que divulga el discurso oficial.
Para conocer la otra versión hay que saber a quién acudir y a veces incluso es imprescindible una invitación para poder acudir a determinados eventos. Uno de ellos fue la conferencia que organizó la revista «Offen-siv» a mediados de octubre en Berlín. En el ámbito de la izquierda alemana se sitúa a la izquierda de este espectro. Según la definición del PDS/Linke, habría que definir la revista como «estalinista» porque mantiene en alto el recuerdo de la RDA y del SED. Como lugar de encuentro, que congregó a dos centenares de personas -la gran mayoría de ellas jóvenes-, se eligió un lugar emblemático: una sala en el edificio del «Neues Deutschland», el diario vinculado a Die Linke, y situado en la antigua capital de la RDA. No habrá habido muchos eventos desde 1990 en las que se haya cantado íntegramente el himno nacional de la RDA. Una parte de la conferencia respondió a la pregunta «¿Qué hemos perdido?». Hermann Leihkauf, que era miembro de la Comisión de Planificación, calculó que después de haber liquidado las deudas, por valor de 500.000 millones de marcos [250.000 millones de euros], la RFA se embolsó el patrimonio nacional de la RDA, valorado en un billón de marcos [500.000 millones de euros]. Recordó que el 92% de las mujeres trabajaba -hoy no llega al 69%-.
Heiderose Weisheit subrayó que la RDA le dio la posibilidad de ser tanto trabajadora en una cooperativa agrícola como también al mismo tiempo madre de cuatro hijos. Perdió su puesto porque no quiso salir del SED. «Perdí mi trabajo pero no mis convicciones», dijo con orgullo. Añadió que la RDA era «un país amigo de los niños», donde el índice de fertilidad superaba en un 46% a la RFA. Este hecho se explica en virtud de un sistema social que ayudaba a las familias jóvenes económicamente y con una tupida red de guarderías.
En la RDA Erich Buchholz era catedrático de Derecho Penal en la Universidad Humboldt de Berlín. Desde 1990 trabaja de letrado. Recordó que desde 1950 la RDA contaba con un Código de Derecho Laboral, algo inexistente en la RFA hasta hoy en día. El derecho al trabajo era un principio de la constitución como también lo el derecho a la educación y a la protección de la salud. Al final fue el último ministro de Defensa de la RDA, Heinz Keßler, el que resumió los logros de la RDA en una sola frase: «No hay alternativa al socialismo», sentenció este veterano luchador antifascista de 89 años.
Ingo NIEBEL
Desde que entró en política en 1989, la ex ciudadana de la RDA Angela Merkel ha ido olvidando su pasado en el Estado socialista alemán. Hoy en día, la actual canciller habla de la «dictadura» en la que vivió durante 35 años como si hubiera sido una prisionera del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) y su carcelero el Ministerio de Seguridad del Estado (MfS), popularmente conocido como la Stasi. Aún así, Merkel no explica cómo logró estudiar, doctorarse en Física y encontrar un puesto de trabajo en la prestigiosa Academia de las Ciencias de la RDA. Durante todos aquellos años, la hija de un cura protestante no militaba, como su padre, en ningún partido político, ni siquiera a la Unión Demócrata Cristiana del Este (CDU-Ost). Sí militó en la Juventud Libre Alemana (FDJ), pero «sólo haciendo trabajo cultural», relativiza Merkel sus actividades en el secretariado de la única organización juvenil socialista. Parece que se comportó bien en lo que ahora define como «un sistema de mentiras» porque en 1986 se le permitió viajar por unos días a la RFA. Este privilegio lo recibían sólo aquellos ciudadanos de la RDA cuya lealtad hacia el Estado socialista estaba fuera de duda.
Estos detalles contradictorios de la biografía de Merkel se diluyen en su discurso. Una retórica respaldada por películas como «La vida de los otros», sobre la persecución de los denominados «disidentes» en la RDA por la Stasi. Es uno más de la larga lista de films que han plasmado en celuloide la imagen del «Estado de injusticia» que comparte el 78% de la alemanes de la RFA con respecto a su desaparecido estado vecino.
El pensamiento único permite sólo una interpretación: la RDA era una «dictadura socialista» que retenía a sus habitantes detrás del «Muro de la vergüenza» con la Stasi como el omnipresente guardián del «régimen estalinista» del SED. En 1989 las masas se lanzaron a las calles dando lugar a la «revolución pacífica» que acabó primero con el Muro y después con la República socialista.
En estas pocas palabras se puede resumir el discurso oficial sobre la RDA y sobre fenómenos políticos recientes como Die Linke (La Izquierda), sucesor del SED. Merkel mantiene que hay que seguir midiendo a Die Linke por «su postura respecto al pasado de la RDA». Pero su crítica se dirige hacia el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) cuyo presidente, Franz Müntefering, y otros dirigentes insisten en que no se debería enfrentar eternamente a Die Linke con su pasado germanooriental.
De hecho la posición de cada partido hacia la RDA sigue siendo un tema que determina la política. En Turingia Los Verdes dieron por terminadas las negociaciones con el SPD y Die Linke con la excusa de que la representante socialista había colaborado con el MfS. El mismo argumento esgrimió el diario conservador «Die Welt» para denunciar el bipartito entre el SPD y Die Linke en Brandemburgo. Recordó que este estado federal, gobernado por el socialdemócrata Matthias Platzeck, es el único land de los cinco del Este que no ha declarado como «no elegibles» a aquellos candidatos que fueron miembros o informadores del MfS. Mientras en el Este alemán se controla si un funcionario o futuro parlamentario colaboró con el MfS, en el oeste alemán no se investiga si un ciudadano de la RFA que trabaja para el servicio secreto exterior (BND) o interior (BfV).
La eterna prueba del algodón
Ante los ataques de la derecha, el SPD y Die Linke de Brandemburgo han determinado en el preámbulo de su pacto de Gobierno que «no habrá ningún enaltecimiento de la dictadura del SED». Pero no es suficiente. La organización juvenil de la CDU ha arremetido contra el futuro ministro regional de Justicia, Volkmar Schöneburg. En el macrojuicio contra los guardias de frontera que dispararon sobre personas que querían dejar ilegalmente la RDA, el letrado y juez constitucional se había negado a calificar a la República oriental como un «estado de injusticia», porque lo consideró «un vocablo moral, no científico».
La postura mantenida por Die Linke en Brandemburgo no extraña porque es una línea que sigue desde que en 1989 abandonó el nombre de SED por el del Partido del Socialismo Democrático (PDS). Entonces declaró su «ruptura irrevocable con el estalinismo como sistema». En 2001, con motivo del 40 aniversario de la construcción del Muro, la Ejecutiva nacional del PDS repitió que su partido se había «liberado irrevocablemente del estalinismo del SED». Además afirmó que «la construcción del Muro era la prueba, en cemento, de la inferioridad del estalinísticamente formado modelo de socialismo en la RDA frente al entonces real modelo de capitalismo de la República Federal».
Las futuras elecciones en el Este alemán demostrarán si la base social de Die Linke acepta estas interpretaciones cuando, según las últimas encuestas, el 48% de los ciudadanos de la RDA opinan que en su estado había más cosas positivas que negativas. Pero lo que impera es la imagen que divulga el discurso oficial.
Para conocer la otra versión hay que saber a quién acudir y a veces incluso es imprescindible una invitación para poder acudir a determinados eventos. Uno de ellos fue la conferencia que organizó la revista «Offen-siv» a mediados de octubre en Berlín. En el ámbito de la izquierda alemana se sitúa a la izquierda de este espectro. Según la definición del PDS/Linke, habría que definir la revista como «estalinista» porque mantiene en alto el recuerdo de la RDA y del SED. Como lugar de encuentro, que congregó a dos centenares de personas -la gran mayoría de ellas jóvenes-, se eligió un lugar emblemático: una sala en el edificio del «Neues Deutschland», el diario vinculado a Die Linke, y situado en la antigua capital de la RDA. No habrá habido muchos eventos desde 1990 en las que se haya cantado íntegramente el himno nacional de la RDA. Una parte de la conferencia respondió a la pregunta «¿Qué hemos perdido?». Hermann Leihkauf, que era miembro de la Comisión de Planificación, calculó que después de haber liquidado las deudas, por valor de 500.000 millones de marcos [250.000 millones de euros], la RFA se embolsó el patrimonio nacional de la RDA, valorado en un billón de marcos [500.000 millones de euros]. Recordó que el 92% de las mujeres trabajaba -hoy no llega al 69%-.
Heiderose Weisheit subrayó que la RDA le dio la posibilidad de ser tanto trabajadora en una cooperativa agrícola como también al mismo tiempo madre de cuatro hijos. Perdió su puesto porque no quiso salir del SED. «Perdí mi trabajo pero no mis convicciones», dijo con orgullo. Añadió que la RDA era «un país amigo de los niños», donde el índice de fertilidad superaba en un 46% a la RFA. Este hecho se explica en virtud de un sistema social que ayudaba a las familias jóvenes económicamente y con una tupida red de guarderías.
En la RDA Erich Buchholz era catedrático de Derecho Penal en la Universidad Humboldt de Berlín. Desde 1990 trabaja de letrado. Recordó que desde 1950 la RDA contaba con un Código de Derecho Laboral, algo inexistente en la RFA hasta hoy en día. El derecho al trabajo era un principio de la constitución como también lo el derecho a la educación y a la protección de la salud. Al final fue el último ministro de Defensa de la RDA, Heinz Keßler, el que resumió los logros de la RDA en una sola frase: «No hay alternativa al socialismo», sentenció este veterano luchador antifascista de 89 años.
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