“Si Hitler no hubiera empezado la guerra, el Ejército Rojo no habría llegado a Alemania”
Markus Wolf, antiguo jefe de los servicios secretos de la República Democrática Alemana
MARKUS Wolf es todavía un mito en Alemania. El antiguo jefe de los servicios secretos de la República Democrática Alemana (RDA) es hoy un jubilado berlinés de 82 años, pero aún conserva la figura clásica de protagonista de las novelas de John Le Carré que se dedica a escribir libros y a impartir conferencias en salas abarrotadas de ancianos nostálgicos del sueño socialista.
Pregunta.- ¿Qué importancia tuvo el nazismo en la existencia de la RDA?
Respuesta.- Los instigadores de la RDA habían sido opositores desde el exilio o víctimas, como Honnecker. El combate contra el nazismo fue un punto de salida muy importante, hasta el extremo de que el antifascismo fue una doctrina de Estado.
P.-Se ha interpretado que la ciudadanía de la RDA conmemoraba el final de la Segunda Guerra Mundial [el 8 de mayo de 1945] como si hubieran sido vencedores porque sus líderes fueron opositores al nazismo.
P.-Se ha interpretado que la ciudadanía de la RDA conmemoraba el final de la Segunda Guerra Mundial [el 8 de mayo de 1945] como si hubieran sido vencedores porque sus líderes fueron opositores al nazismo.
R.-No estoy de acuerdo. La mayoría de ciudadanos del Este sí se sintieron liberados, pero se había sufrido una dura derrota y éramos un país ocupado. Buena parte de los alemanes apoyaron el nacionalsocialismo. En la RDA teníamos muchos antiguos militantes del partido nazi, también se creó el Partido Nacional Democrático, que tenía como objetivo la proyección política de antiguos nazis. Nuestra responsabilidad era encontrar la manera de eliminar esa ideología, arraigada en lo profundo de su mente. El final de la guerra fue para otros países una victoria contra un poder extranjero que les había invadido; para los alemanes era una cuestión interna que históricamente se ha de considerar una liberación.
P.-Así es como el consenso político dice hoy que debe recordarse el final del conflicto. ¿Pero todavía hay diferencias entre el Este y el Oeste a la hora de conmemorarlo?
R.-La lucha contra el fantasma del nazismo es más fuerte en el este de Alemania, porque se aleccionó sobre cómo combatirlo a cuatro generaciones de ciudadanos.
P.-Muchas personas también sufrieron en la RDA el miedo a la represión de los servicios de seguridad del Estado. ¿No se parecía esto a la dictadura nacionalsocialista?
R.-Hubo cosas mal hechas, pero descarto categóricamente cualquier comparación con la dictadura nazi. Para comprenderlo es suficiente visitar Auschwitz, Sachsenhausen o cualquier otro campo de concentración. No hubo nada similar en la RDA.
P.-Muchos de aquellos campos fueron ocupados por los soviéticos para recluir a sus opositores y acabar con ellos. Y en Berlín se cometieron barbaridades durante la batalla y la ocupación.
R.-Yo venía de Moscú y mi hermano [el director de cine Konrad Wolf] había combatido desde el Cáucaso hasta Berlín. Vio la destrucción en Rusia, la muerte de mujeres y niños, los campos de concentración… Cuando la guerra llegó a Alemania, no fueron todo ceremonias de agradecimiento y flores por parte de los rusos. No considero correcto lo que hicieron, pero esos soldados venían de una guerra horrorosa y creían tener derecho a hacer lo que habían visto en casa. Si Hitler no hubiera empezado la guerra, el Ejército Rojo no habría llegado a Alemania. Ahora también se habla del terror de los bombardeos aliados. Obviamente, la destrucción de Dresde fue un crimen pero, insisto, no hubiera sucedido si el pueblo alemán no hubiera apoyado a Hitler. Los procesos de Núremberg son muy importantes —Wolf fue observador de la URSS en los juicios—, porque la historia quedó entonces registrada y porque ayudaron a que no se olvidase el motivo y los resultados.
P.-¿Qué papel jugó este recuerdo en su trabajo como jefe del espionaje oriental?
R.-En la República Federal había una gran influencia americana, pero de la misma manera muchas personalidades nazis volvieron a ser importantes. Hubo una remilitarización y una renazificación. El motivo de mi trabajo fue luchar contra esta gente, que eran la herencia del nacionalsocialismo. Por ejemplo, un rival directo mío como el primer director de los servicios secretos federales, Reinhard Gehlen, fue general bajo las órdenes de Hitler y jefe del espionaje nazi [en el frente oriental]. Los peores criminales, los responsables de la Gestapo o del Holocausto, han vivido en Alemania tranquilamente, recibiendo sin problemas sus pensiones.
P.-Entonces, ¿la lucha contra el sistema capitalista no era importante?
R.-No. Para la RDA y para Alemania en general, el socialismo era un objetivo lejano. Nosotros fundamos el nuevo Estado como la Alemania democrática antifascista.
P.-Pero sus acciones provocaron la dimisión de un canciller socialdemócrata nada sospechoso de tener relación con el nazismo [el ex jefe de gobierno Willy Brandt dimitió en 1974 después de descubrirse que su secretario personal era espía de Wolf].
R.-En Alemania se producía la confrontación militar más grande del mundo. Y la espiral armamentística iba a más, también bajo el Gobierno de Willy Brandt, pese a que con él hubo una distensión notable. Hicimos exactamente lo mismo que lo que los servicios secretos de la OTAN intentaban hacer con nosotros.
P.-En su último libro, ‘Freunde sterben nicht’ (Los amigos no mueren), asegura que algunos miembros del gobierno de Estados Unidos ya querían en 1942 iniciar el enfrentamiento con la Unión Soviética. ¿La guerra con Alemania fue una verdadera conjura contra Hitler o fue sobre todo el primer movimiento estratégico entre las dos superpotencias?
R.-No tengo ninguna duda que el objetivo era acabar con el fascismo porque el presidente Roosevelt era un partidario del entendimiento indiscutible con la URSS. Pero, al mismo tiempo, sí que había grupos extraoficiales orientados por gente como el general Patton, que era un auténtico fascista y que durante la guerra había preparado una alianza con Alemania para luchar contra la Unión Soviética. Existían poderes anticomunistas cada vez más fuertes, hubo generales que incluso ya habían preparado la reconstrucción del ejército alemán. Y, efectivamente, con Truman las cosas ya cambiaron.
P.-¿Ha hecho amistades en el Oeste del país, tras sus años espiando a los representantes de la República Federal?
R.-Yo siempre he tenido amistades en los Estados del Oeste por la sencilla razón de que nací y pasé mi infancia cerca de Stuttgart.
P.-Me refiero a amistades en el mundo político.
R.-Amistades quizá no, pero sí he mantenido una buena relación con gente como el ex presidente Weizsaecker [Richard von Weizsaecker, jefe de Estado entre 1984 y 1994]. Con él o con otros como Klaus Boelling [el último Representante Permanente de la Alemania occidental en la RDA] he coincidido en conferencias y aprovechamos para charlar.
P.-¿Llegó a encontrarse con Willy Brandt?
R.-No, pero cuando acabó todo le mandé una carta para explicarle mi punto de vista de lo que sucedió [con el caso Guillaume].
P.-¿Y con Helmut Kohl ha tenido la oportunidad de hablar?
R.-Ni con Kohl ni con Wolfgang Schaeuble [quien fue mano derecha del ex canciller Kohl]. Quizá porque hay fundamentalistas que se empeñan todavía en distanciarnos como enemigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario