EL CONTEXTO POLÍTICO (B)
La RDA no fue, seguramente, un paraíso, pero tenía unos aceptables niveles de libertad (también de burocracia, cómo no) y no digamos de igualdad social que la Europa de las oligarquías políticas, el capital financiero y demás delincuentes del gran capital no tienen, ni tendrán. Lo que ocurre es que resulta más llamativo, ilustrativo, manipulador y rentable seguir hablando de la Stasi y de un puñado, más o menosrelevante, de “disidentes” fugados o que fueron voluntariamente a la otra Alemania. Pero, hablando de huidas, resulta que miles de disidentes huyen de la miseria a diario en todo el mundo para vivir y morir lentamente en las alcantarillas del capitalismo, ser tiroteados salvajemente por la policía de Nueva York o bien nuestra dictadura de los mercados les explota hasta la muerte en sus propios países, construyendo barreras invisibles y otras que no lo son tanto. Mientras, los campeones del neoliberalismo y la izquierda capitalista viven en su pestilente burbuja “democrático”-financiera, exprimiendo como limones a los suyos. ¿Libertades formales a cambio de miseria?
Que pregunten por la “ostalgie” (nostalgia del Este) de muchos ex ciudadanos de la RDA (a los que llamaban despectivamente “ossies” alguno refinados nazis del Oeste). Si por esos “ossies” fuera se volvería a levantar el Muro de nuevo. En la película Good Bye Lenin lo dijeron bien claro para referirse a la anexión de la RDA a la RFA: ¡Nos han vendido!. ¡Ni tanto! Lo triste es que lo hicieron por menos que un plato de lentejas. Muchos en el Este pensaron que con el “maná” capitalista iban a encontrar su nirvana de felicidad y prosperidad económica (o lujo vacío). Nada más lejos de la realidad, después de casi veinticinco años de la caída del Muro.
Ya nadie se acuerda del expolio que supuso para la RDA la creación del consorcio Treuhand donde las empresas públicas de la RDA fueron vendidas a mafiosos y a empresarios sin escrúpulos de la Alemania del Oeste, ocasionando un efecto devastador para los trabajadores del Este. Todo ello mediado con chantajes y extorsiones del gobierno derechista de Helmut Kohl a la ex RDA. La voracidad privatizadora en la ex RDA tuvo un coste brutal: se cerraron más de cuatro mil empresas y al cabo de cuatro años casi tres millones de trabajadores se fueron a la calle. Esta fue una de las caras más sangrientas del “neue kapitalismus” en la antigua RDA.
No me cabe la menor duda que la anexión de la RDA a la RFA fue un proceso sucio realizado de espaldas al pueblo alemán oriental, con un coste altísimo que se tradujo en la demolición controlada, programada y deliberada de todos los derechos sociales (y otros tantos culturales) de la RDA y en el asesinato indirecto de muchos ciudadanos alemanes orientales mediante el suicidio, que no está documentado por la historiografía occidental (porque no les interesa, claro), pero es absolutamente cierto que se produjo, al igual que una purga política derechista descomunal, con la pérdida de hasta un millón de puestos de trabajo. Lo pueden contar alemanes orientales de primera mano (Bruni De La Motte, Lo que perdieron los alemanes del Este después de 1989). Aquí la traducción.
La anexión de la RDA se hizo en el contexto de un golpe de Estado ejecutado desde el exterior (Gorbachov, Reagan, Thatcher, la propia Alemania Federal y la CIA) y desde el interior de la RDA (la iglesia y elementos del Partido Socialista Unificado Alemán, SED).
Bien es cierto que no todo es “ostalgie” en la RDA, y en lo musical movimientos como el “beat” fueron formalmente vetados por la Alemania Oriental. El presidente Walter Ulbricht en un pleno del SED (el Partido Socialista Unificado Alemán), a mediados de los sesenta, decidió cerrar el grifo a la música beat como consecuencia directa del pollo que montaron “fans” de los Rolling Stones en Berlin Occidental durante un concierto del grupo de Jagger en aquélla ciudad (en 1965), lo que levantó las alarmas de las autoridades políticas del Este. La gente (incluidas las bases juveniles socialistas) no entendieron esta censura. Dicho lo cual, no es que sea entendible la prohibición temporal del beat en la RDA, pero es que el vandalismo, a la “occidental”, no formaba parte de la cultura socialista y menos el tráfico de drogas que tanto se ha movido entre el pop-rock occidental.
Los temores de que conciertos masivos degenerasen en altercados o fueran aprovechados desde el Oeste por la CIA (que era muy activa en Berlín Occidental) y el BND alemán para dinamitar la RDA desde dentro, determinó el cierre temporal de la música beat en aquél país. Al menos en su versión “masculina” puesto que grupos femeninos como Die Kolibris, masculinos como Thomas Natschinski Gruppe o la solista Ruth Brandin sí se podían considerar beat, pero quizás eran menos “amenazantes” para el sistema, vaya usted a saber. Claro, que también se había prohibido el festival de rock de Woodstock (paradigma del “pacifismo” de perra gorda, la guarrería y el consumo masivo de drogas) y pocos lo mencionan. En todo caso, parece que se olvida que la RDA estaba permanentemente acosada y era objeto de constantes provocaciones por parte del Oeste, utilizando a la RFA para una “guerra” incruenta (incluida la propagandística), no declarada. Era muy sencillo utilizar todos los resortes de la disidencia interior de la RDA para ir configurando un mito fabulado en contra de éste país.
La construcción del Muro de Berlín (la llamada barrera protectora antifascista por la RDA y Muro de la “vergüenza” por la CIA y sus desvergonzados sindicatos políticos, rufianes económicos e “intelectuales” de la mentira, en el Oeste) fue, con todos los matices que se quieran poner (puesto que una barrera física impide muchas cosas) la indeseada respuesta a esas provocaciones y al rearme de la RFA. La guerra fría, o caliente, no admitía tregua. Fue un hecho objetivo el acoso a la RDA; lo demás ha sido incesante propaganda de cuartel, desinformación calibrada al milímetro, venta de “héroes” a plazos y NO-DO, con los que nos han obsequiado a lo largo de cincuenta años.
Tuvo que ser Erich Honecker, el último dirigente de la RDA, el que dejase vía libre definitiva al rock en 1971 y, de este modo, se aparcaran a un lado “imperialismos musicales”, autoritarismos y otras monsergas. Cuando la política mete el hocico en la cultura es cierto que, con perdón, a veces suele cagarla. Músicas que, aunque viniesen de fuera y fuesen, aparentemente, un modo de colonizar paulatinamente a la sociedad germano oriental, no dejaban de ser una etiqueta restrictiva, en el fondo, contraproducente. En fin, es cierto que hubo algunas limitaciones estéticas impuestas, en lo musical (el “denostado” beat), encontronazos y grescas varias con las autoridades políticas en algunos casos (la banda Magdeburg), pero básicamente había margen para la libertad creativa del autor e incluso con críticas, solapadas, al establishment político (no al estilo de un Wolf Biermann, obviamente). Pero, a pesar de los pesares, se consolidó una forma de hacer pop-rock en la Alemania oriental, con influencias externas y con estilo propio, pero siempre con denominación de origen “alemán”.
Extraido de: http://uraniaenberlin.com/
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